Cartas pa’ seguir viviendo: Cautiverio disfrazado de libertad
Como pajarito que vuelve a su jaula, temeroso, cohibido del mundo que le rodea. Y cuál es precisamente el temor. Hay tanto que recorrer, tanta brisa pa’ tomar vuelo, pero aquí se queda. Le parece más cómodo y seguro seguir prisionero.
Mi cobardía.
Doy solo unos
pasos atolondrados, dibujando límites que espero puedan protegerme de esta idea
de un futuro que ni siquiera existe.
Quiero alzar el
vuelo. Sé que puedo hacerlo. Solo debo lanzarme al vacío y abrir las alas. Un
gesto, un solo acto de fe.
Esta prisión
está hecha de inseguridades, como la maleza que va creciendo, se va colando por
mis pensamientos. Pero debo sacudir la cabeza, cerrar los ojos y dejarme
llevar por los latidos. Porque, pa’ qué darle vuelta al arrepentimiento.
¿Será mejor
arrepentirse de volar a quedarse prisionero?
Sujeto las
barras de esta celda con convicción, sintiendo el frío hielo que me corroe la
piel. Solo requiero de un paso, me digo con valentía, pero mis piececitos
parecen de plomo. Necesito solo de un empujón, pero aquí sigo, enredado en lo
sombrío de este espíritu quebrantado, mordiendo con hambre las inseguridades
que parecen llenarme, pero solo es veneno lo que recorre por dentro.
Me refresco con
la brisa, sintiendo la bocanada de oxígeno que me colma los pulmones y, de un
solo paso, un aleteo lo cambia todo. Como huracán que desborda, arrasando sin
mesura, dejo atrás lo que me daña, con un ala rota, ante un cielo de
posibilidades.

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