Inevitable
    Me sentí
atraído, más bien impulsado, como si una soga invisible me estuviese empujando
hacia el desastre.
Si es que miro
atrás, como en alguna clase de retrospectiva, diría que no hubo forma de
evitarlo. Y antes de que nuestros mundos colisionaran por una última vez, pensé
en todas las razones para no hacerlo.
Sé que solo
fueron cinco minutos en ida, de una habitación a la otra, sin embargo, parecía
que estos cuatro años que pasamos juntos; risas, citas, peleas, desencuentros, abrazos
y besos, eran simples momentos que iban a terminar con una sola conversación. Y
pensé en la flor que me regaló mientras vimos el sol ocultarse tras el
horizonte. También recordé las infinitas veces que sonreía al irme a buscar
a la casa de mis padres, y un nudo se ató fuerte en mi garganta.
Una parte de mí
sabía que tenía que ponerle fin a la agonía. Se sentía casi como caer de un
precipicio, al vacío, pero nunca dejábamos de caer. Una caída libre perpetua. Y
ninguno de los dos merecía vivir así. Pero, por qué tenía que ser yo quien le
pusiera fin.
Quizá, si
posponía esos cinco minutos, si solo me limitaba a entrar en la habitación y lo
abrazaba, tal vez todo sería distinto. Podríamos haber seguido juntos. No
obstante, ya habían pasado semanas, meses de seguir intentándolo, y seguíamos
cayendo.
Juro que no
quería ser el verdugo de nuestro amor, y una partecita de mí lo odió por haberme dejado serlo.
Entonces, entré
en la habitación. Nuestras miradas se encontraron y parecía que finalmente
salíamos de la oscuridad de un bosque tenebroso en el que estábamos atrapados. Pero,
no hubo ningún hechizo mágico, hada o fenómeno sobrenatural involucrado. Solo
me senté junto a él, ambos respiramos hondo y sentí cómo el aire simplemente se
esfumó de la habitación.
Más allá del
amor, tenía un montón de razones para no hacerlo. Tocar sus manos suaves como
terciopelo, los tecitos que me servía cuando parecía que todo se iba a la mierda.
Sus palabras de aliento y sus caricias tras mi espalda al reunirnos con
nuestros amigos. Nuestras conversaciones telepáticas, los datos curiosos para
romper la tensión, su compañerismo en los viajes que planificamos e hicimos y
las noches de borrachera. Tomando todo eso en cuenta, entonces, ¿por qué nuestro
amor llegaba a su fin?
Me tomó la mano
como suele… solía hacerlo, cuando sabía que algo no andaba bien, y la voz se me
quebró. Incluso antes de arroyarlo con mis palabras torpes, explicándole cómo
fue que crecimos hacia lugares distintos.
Y debí haberle
pedido disculpas por todo el daño, las noches en vela, los dolores de cabeza y
las heridas del corazón. Debí haberle dicho que lo amaba a rabiar, pero dije
palabras necias que sigo sin comprender, aunque nadie las quería oír.
Por qué me
dejaste continuar, me gustaría preguntarle, no obstante, con el dolor de mi
alma, sabía que también quería terminarlo, sin manchas en sus manos. Y así fue
como mil pedazos del corazón volaron por toda la habitación.
Me parece
increíble que aún con todo ese gran ramo de razones para no terminar, no había
otra opción, ningún mundo paralelo o salvación. Solo poniendo punto final a
nuestra relación podríamos devolverle la vida al tiempo que se detuvo cuando
nos conocimos.
Tal vez los
siguientes cinco minutos; días, semanas o meses, no fueron fáciles para él ni
para mí, pero, ya éramos libres, con un inmenso universo de oportunidades
frente a nosotros.

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