Mi amor y yo: 2.04 Domingo romántico

    Hoy me levanté con ganas irremediables de abrazarlo. Había soñado que el mundo, que el cielo se me venía encima. Pero, al abrir los ojos y ver su mensaje de buenos días, se me despertó el corazón.

Qué flojera que es levantarse cuando solo quieres permanecer recostado entre las sábanas, pero si es cuestión de confesar, lo daría todo por despertar entrelazado a sus piernas. Abrir los ojos y ver sus ojitos dormilones, contemplando cómo su pecho se levante, inhalando el oxígeno de un nuevo día y exhalando la vida que podría compartir conmigo.

Entonces, pongo los pies sobre el suelo, me dispongo para empezar el día y al abrir la ventana, una suave brisa me recuerda los días a su lado. Y le escribo y sigo escribiendo, porque quiero que se me acerque con esas palabras tan delicadas que me dedica, sin embargo, necesito escucharlas de su boca.

Luego, cierro la puerta y dejo la casa tras de mí. El sol me escuece la piel, pero nada es tan cálido como su abrazo. Y de alguna manera, todo lo que me rodea evoca su recuerdo. Desde las hojas que me coquetean con su balanceo hasta las flores coloridas, tecnicolor como su mirada perdida. Y cuando digo que todo; lo veo en cada figura que flota en la ciudad, lo suave de su roce, sus rulos alborotados, sus labios rojos como el atardecer, sus ojos sonrientes como juego de niños y la piel dulce como fruta fresca.

Al terminar la tarde, me encuentro echado sobre el sillón, tomándome un té de frutos rojos y contemplo la última foto que le tomé en las vacaciones de invierno. Y nuevamente me contento con su sonrisa que me alegra los días.

Ahora, me puedo imaginar que se ríe cuando me pongo sentimental, y es que no puedo evitar sentir esto que yo siento, las ganas irrefrenables de vivir en él.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares