Mi amor y yo: 2.05 Y luego, realmente me asusté
    Hay
un solo día en el año cuando nos podemos transformar, vestirnos de aquello que
anhelamos ser.
Y
podemos ser reyes, bufones, superhéroes o incluso gatos salvajes. Después de
medianoche, a la hora embrujada, no debemos tener miedo a convertirnos en calabaza,
ya que ángeles y demonios podemos compartir y bailar al ritmo de las luces,
coqueteando en medio de las sombras.
Esa
noche te vestiste de rey, y las ropas se fueron acomodando sobre tu cuerpo
desnudo. Aunque traté de desviar la mirada, me fue imposible no fijarme en tu
pecho y la firmeza de tus brazos. Y no fue el brillo de la corona lo que me
dejó encandilado, sino la forma que me vestías, me acomodabas el traje de
trovador y habría querido en verdad que me quitaras todo con delicadeza.
En
medio de demonios y figuras de fantasía, aunque seamos lo que queremos ser, la
realidad se impone y hay preguntas difíciles de responder. Porque tú siendo un
rey y yo su trovador, nadie dejó de preguntarse qué somos tú y yo.
Si
realmente podemos transformarnos, cuál es el problema, el impedimento. ¿Acaso
se trata del “nosotros? De lo que podría cambiar o lo que dejaríamos ir.
Al finalizar la velada, aunque encontraste la respuesta para acallar los cuestionamientos, tu seguiste siendo un rey, quizá de mi corazón, y yo seguí como un buen trovador, recitando poesías y cánticos cursis que pudieran acercarte a mí, sin apuros ni demoras. Que este corazón yace prendido entre sus prendas, quietecito, donde sea que pueda estar.

.jpg)
Pero las monarquías son anacrónicas.
ResponderEliminar