Mi amor y yo: 3.01 ¡Qué mundo tan maravilloso!
    En
vísperas de navidad, fechas tan importantes al finalizar el año, es difícil,
casi imposible el no dejarse envolver por la nostalgia. Quedarse varado entre
la alegría de la celebración y el desapego del año que se va.
Al
contemplar con cautela las decoraciones que se encuentran adornando el árbol de
navidad, sin darme cuenta, veo que una mirada de añoranza se refleja en la
esfera navideña plateada, dejándome llevar por los recuerdos de épocas pasadas.
Escucho risas dentro de mi mente, envoltorios rasgados, vocecitas que entonan
villancicos y me siento esperanzado de lo que el próximo año nos pueda entregar.
Sé
que digo constantemente que soy como el grinch que se robó la navidad, pero, de
un tiempo a esta parte, me siento más que agradecido y afortunado de todo lo
que me rodea. Afortunado porque miro y me doy cuenta de la vida que he
construido, cuando parecía imposible el continuar. De alguna manera, no solo
encontré una puerta o una ventana abierta, en medio de un callejón sin salida,
sino que, cree un lugar maravilloso para florecer fuerte y feliz.
Supongo
que por ello también me siento tan agradecido, porque este no es un mundo en
que me sienta solo, sino que puedo compartirlo con quienes más amo.
En
infinidad de oportunidades, he encontrado la maravilla de contemplar un
atardecer o el simple hecho de respirar y caminar por las calles, sin embargo,
no sería la misma alegría si no pudiese compartirla con mi familia y mis amigos.
Y ese es un motivo fundamental para celebrar.

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