Mi amor y yo: 3.03 Para siempre (y un día más)
    Solía
hacerme sentir a salvo, como si ningún lobo pudiese cruzar por el umbral. Pero,
cuando menos lo esperas, el huracán nuevamente desafía todas las barreras, la
paz que yacía acurrucada sobre las almohadas. Y tuve miedo, pero no salí
corriendo. En un instante, me cobijé con las frazadas que encontré deshechas encima
del brazo derecho del sillón polvoriento y olvidado.
Mis
miedos se fueron planeando como avioncitos de papel que caían sin cesar. Juro
que intenté atraparlos a cada uno de ellos, pero su liviandad me hizo crujir la
cabeza. Entonces, ¿cómo no sentirse ansioso?
Me
sigo cuestionando, si es que puedes escuchar los golpecitos… ¿o acaso vienen
desde fuera de la fortaleza que me aprisiona? Y aunque trato de seguir la
vibración que provoca en mis huesos, el ruido se pierde con el resplandor de tu
sonrisa. Qué cursilería.
Me
había enceguecido con este espacio que creía compartido que, en esta fantasía
construida por libros, películas y canciones románticas, sostener este ideal
con el alma solo me causa miseria.
Acostumbraba
a pensar que, cuando el destino hiciese sonar su tic-tac, este lugar aparecería
frente a mí como encantamiento de medianoche, pero, ahora que me encuentro
dudando sobre su existencia, toda la magia va perdiendo su tinte y el huracán
retorna para llevarse todo de un resoplido. Y yo me pregunto, si nos van a
alcanzar los minutos para celebrar este cariñito o lo habremos perdido todo en
un solo latido.

.jpg)
Comentarios
Publicar un comentario