Mi amor y yo: Me quiere, no me quiere...

    Y si es cuestión de confesar, no he sido para nada honesto sobre quién soy.

Curiosamente, por más optimista y sonriente que pueda lucir, soy alguien que le teme al mundo, porque este se ha vuelto demasiado cruel y despiadado. De noche, trato de cerrar los ojos, buscando un solo segundo de paz, pero el estallido se sigue escuchando fuera de casa, así que agarro fuerte las cobijas, le doy una mirada a los gatos y siento un punzante palpitar. Aun así, sigo esperanzado del fin, de un nuevo comienzo.

Sé que puede sonar incoherente, pero amo el frío. Solo necesitas de unas prendas para abrigarte; un gorro de lana, una bufanda colorida. Aunque más que las prendas, prefiero de un abrazo apretado y un tecito bien calentito pa’ apapachar al corazón. Y no hay nada que una tacita de té no pueda resolver.

Algunas veces escribo porque mis emociones pueden convertirse en un huracán que podría derrumbarlo todo. Entonces, trato de controlar, dejar que la erupción de emociones cese su terremoto. Así que, escribir trae consigo la suavidad del viento para brindarme un inhalar y exhalar, lentito… profundamente. Y las olas de mi corazón vuelven a retomar su cauce.

En fin, cariño, por más que me cueste reconocerlo, soy una persona que busca amor. Un amor salvaje e incondicional. Sigo buscando por un romance que no puedas olvidar, ni aunque te borren la memoria. Un amor intenso, descontrolado, que se me queme la piel con los besos de medianoche. Pero me detengo justo aquí, a respirar nuevamente. Simplemente me detengo y espero. Solo, esperando… 

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