Mi amor y yo: 3.09 Romántico incurable (Parte II)

    Estaba seguro que las olas no dejarían de azotar su rabia contra la costa y aunque deseaba huir y encontrar la tranquilidad que se me arrebató, corrí sin demora para encontrar la razón de toda esta catástrofe.

¿Acaso es mi corazón que está en duda o es la hambruna que siente mi cuerpo en las noches de soledad?

Las olas cayeron como truenos sobre el mismo árbol, pero, pese a que mis manos y piernas no dejaban de temblar, fui de frente, desafiando el desastre y lo abracé con todas mis fuerzas.

Quizá me confundí, porque mi corazón anhelaba con cada una de sus partecitas frágiles. Lo susurré tan bajito en el barquito de papel que no creí que se iría volando hasta su destinatario. Y lo hizo.

Luego que las olas me azotaron sin piedad, caí en pedazos sobre las arenas movedizas. Y ya me había sucedido, lo de caer desmoronado, pero es tan sencillo como el tiempo sacude la vida para que el alma reviva y vuelva a gritar con sus brillantes colores.

Y ya que la paz nuevamente se encontraba reinando en gloria y majestad, para que no me vuelva a confundir ni olvidar, voy a gritar. Más bien, voy a cantar esta sonata a cada una de las aves que mis ojos vean pasar, para que cada día me hagan el favor de conmemorar, porque quiero abrir el corazón y sentir la tierra moverse bajo mis pies. Si estoy tranquilo conmigo mismo, en el corazón y en sintonía con todo mi cuerpo, el amor siempre va a reinar. Que así sea.

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