Mi amor y yo: 3.10 Casi
Tal
vez le estoy implorando demasiado al universo. Solo una respuesta, quizá una
señal. Y si, después de todo, esto es verdadero, ¿necesitaría de una señal para
saberlo?
Me
carcomen las dudas, cuando manipulo los momentos que hemos vivido bajo las sombras,
al alero de los árboles. Porque, aunque pienses que es así de simple como
parece, requieres de un montón de valentía para siquiera intentarlo. Entonces,
¿qué me queda?
Y
solo quiero que me digas que no estamos perdiendo el tiempo.
Otra
vez, apago las luces, me someto a la voluntad del universo y confío en la
oscuridad de la madrugada, no solo para darme consuelo, sino para que pueda
darle más fuerza a las voces que vienen desde mi interior.
¿Puedes
escucharlos? La serie de latidos que van coloreando mis sentidos y me muestran
el anhelo más profundo. Y quizá ya no es necesario suplicar por señales necias
o respuestas cósmicas que vengan arrastradas por el viento. Porque todo yace en
el intermedio de nuestra distancia. Cómo no nos dimos cuenta.
Quisiera
entregarme por completo, y siento que, en algún sentido, lo hice. No lo pensé,
ni siquiera un solo instante. Solamente me arrojé y atrapaste mi caída. Fue un
impulso. Y me gustaría creer que es lo que quería.
Como
en un teorema de amor, cuando calculas la velocidad de la caída libre en
contraste con el tiempo que demoran los cerezos en brotar y florecer, la vida
continúa y ya lo perdimos. Entonces, ¿qué nos queda?

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Es más fácil entregarlo que recomponerlo cuando te lo devuelven hecho mierda.
ResponderEliminarSí. Igual pensaba que, quizá, cuando entregamos el corazón con facilidad o, mejor dicho, con tanta confianza, esa sea la razón por la cual nos devuelven el corazón hecho mierda.
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