Mi amor y yo: 3.12 Algún día

Me levantaré con ambos pies sobre la tierra y agradeceré una nueva oportunidad de respirar consciente y amanecer a tu lado.

Luego, el viento soplaría con soltura y nos daría el empujoncito necesario para enredar nuestros cuerpos y bailar para nosotros. Porque, cuando bailamos nace una celebración, y cada día deberíamos levantar nuestras copas y simplemente brindar. Disfrutar del cariño que brotó en una maravillosa coincidencia.

Quizá la tierra se mueva a mi favor y la sonrisa no deje de brotarme de los labios. Porque así soy yo. Y te acercarías, sigiloso, abalanzándote hasta derribar mi cuerpo sobre el sillón, acariciando mi piel suavemente. Y luego, súbitamente, invocarías las cosquillas que me hacen burbujear a carcajadas. Esos dedos delgados que recorren consentidos por mi pecho, hasta encontrarnos de frente y anochecer con un beso.

Así como la noche recae sobre la ciudad, tus ojos se iluminarían de solo verme cruzar la habitación. Y te preguntaría: ¿acaso se trata de una revelación o solo estás contento de verme?

Y no necesitaría ni pedírtelo, porque tomarías mi mano con confianza como si fuese una extensión de la tuya, y el calorcito en el pecho abrigaría más intenso. Esto que se siente, cuando dos almas se acarician, es simplemente indescriptible. Solo es sincronía y pasión. Y se sentiría rica la compañía si es a tu lado.

Si fuese así algún día, uno como cualquier otro, iríamos danzando por el mundo con canciones a borbotones y mi corazón palpitaría al son del tuyo, con el fluir de esta vida que se me escapa al despertar.

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