Los mensajes que callé: Los sueños que dejaste ir.
Escucharte
llorar es otra de las experiencias que no voy a vivir.
Será verdad lo
que dicen que, con el peso de los años, por más sabiduría y práctica que has
ganado, puede que los sueños que te planteaste de niño ya cambiaron.
¿Recuerdas lo
que querías ser de niño? Yo soñaba con ser veterinario. Creo que amaba tanto a
los perros desamparados y mi corazón no paraba de conmoverse, porque me habría
encantado salvarlos a todos y a cada uno de ellos. Imaginé una enorme granja
para criarlos y amarlos, pero, luego, abandoné ese sueño y quise ser doctor.
A mi papá le encantaba
divagar con su fantasía de tener un hijo médico, así que podrán imaginarse su
decepción cuando le dije que sería psicólogo. Seguramente predijo mi futuro y
solo vio que me moriría de hambre, cual artista o escritor.
De todas
maneras, fue veterinario, doctor o psicólogo, ocultaba un deseo incontrolable
por contar historias, ya fueran reales o inventadas. Quizá un poco de ambas. Especialmente
mi historia, pero parecía solo un absurdo que, tarde o temprano, papá borraría
de mi memoria.
Para mi
sorpresa, más allá de seguir el camino que mis padres o amigos trazaron, me asombré
conmigo mismo cuando me di cuenta que quería una familia, un hijo o hija con
quien compartir el amor rebosante que hay en mí, hasta que vi que sería otro
imposible.
Aunque no puedo
leer la mente ni ver el futuro, sé que, aunque lo intenté, hay sueños que simplemente
abandoné.
La granja con
un amplio patio, vallas blancas y rosas por doquier se va desvaneciendo con los
cachorros desamparados que seguirán viviendo en las calles por culpa de adultos
que no los saben cuidar. Y el doctor amable y galán se desdibuja de mi
imaginación, entre excusas y falta de autoestima, porque nadie me animó a ser
lo mejor que pudiera ser.
Mis sueños como
pequeños barquitos de papel que flotan despavoridos hasta los anillos de
saturno.
Escribir es mi
pasión, pero no será monetizado. Enamorarme es mi fantasía, pero no se hará
realidad. Y tener una pequeña Valentina entre mis brazos fue mi gran anhelo que
se extinguió como estrella fugaz, y para que no duela solo digo: qué más da.
¿Cuánto más hay
de lo que no voy a experimentar?

.jpg)
Comentarios
Publicar un comentario