Vida pasada: La insoportable necedad de ser.
Voy corriendo al filo del tiempo, ignorando el pancito tostado y su
aroma dulzón que probé con un solo bocado, porque, contra el sueño y el hambre
puedo aguantármelo, pero ¿llegar una hora tarde? Yo no lo creo.
Todo pasa desapercibido, el ruido de la muchedumbre que me rodea,
la sombra de los árboles que se proyectan sobre mi cabeza, y ahí, justo cuando
voy a tomar el taxi, un ruido chillón irrumpe sobre la monotonía incesante de
las bocinas y sirenas que anuncian la urgencia. Ya no hay tiempo que perder.
Y quisiera obviarlo como a todo lo demás, cancelar el ruido,
mientras escucho la música estridente que me da ánimos para sobrellevar el día
que recién comienza, cuando siento que he vivido tres vidas en una sola ida al
trabajo, pero el pitido de la gente respirando es tan ensordecedor que me hace
querer huir del lugar, del mundo, incluso de mí mismo.
Tres vidas he vivido desde que paré el despertador, me levanté y
corrí para alcanzar la micro e irme derechito al trabajo. El pitido sigue
sonando, la gente sigue viviendo, pero ¿habrá alguna solución para acallar el
sonido, las vibraciones del corazón?
Lo maldigo, lo culpo, a medida que corro para recuperar el tiempo que
se me escapa, totalmente contra mi voluntad, preocupándome por nimiedades, evitando
las llamadas perdidas y luego dejar plantado a mis amigos.
Y, francamente, quién necesita de una copa cuando el silencio de tu
casa parece anestesiar aún más las agitaciones, el murmullo de los pensamientos
que entonan la interminable canción de aquel ruiseñor que está empecinado en no
dejarme en paz. Ni a sol ni a sombra, me persigue con su canturreo infalible.
El blues de cada día en sincronía con los latidos de este corazón dormido que
ha perdido el sentido y su ritmo.
Ya no hay claro de luna para mí.
Al arribo de la noche, cuando el mundo permanece plácidamente
dormido, recuerdo que otro día se ha terminado y no lo he vivido. Ni un solo segundo,
ni una sola sonrisa resonó en mis labios, entonces, ¿realmente habré existido?
Antes de dormirme, repaso cada uno de los momentos del día, enrollándome,
dándole vueltas, observando, inspirando y luego botando cada pensamiento impuro
que tuvo la osadía de pasarme por la cabeza en este día. Luego respiro un poco
más, porque pareciera que el oxigeno me aclara la mente y detiene el torbellino
de ideas que me remueve de mis pies que están plantados sobre la tierra. Pero
tengo que ir un poco más al final, aunque no recupere el tiempo que se ha
perdido, ¿o acaso lo invertí? De todas maneras, nunca volverá.


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