Vida pasada: Tu abrigo.
Mis sentidos
están atentos
alerta
siento como el
viento me sopla la cara
y aunque trato
de correr tras de él
es tan
inalcanzable.
Me levanté como
en un día normal,
cogí la taza de
té con ambas manos
y solo quería
saborear el dulzor
el calor impregnándose,
bajando por mi garganta
y para aplacar
el frío, alcancé una cobija,
me cubrí los
hombros y pensé en el anhelo de su calor.
Los abrazos que
más deseo
están a unos
cuantos kilómetros,
mientras que de
otros me mantengo alejado
del desastre,
el miedo de
sentirme atado.
Soy un maldito
caos,
exclamo y me
reclamo,
y sorbo el
último poquito de té para salir corriendo.
Aunque las
nubes se despejen
y el sol siga radiante
pendiendo del cielo,
no siento ninguna
pizca de calidez.
La ciudad más vacía
que nunca,
fría, me encoge
el cuerpo
y mi piel
permanece helada.
A veces anhelo,
aunque sea uno
de tus abrazos
susurrando que
me cuide
y aunque
comienzo escribiendo un “te amo”
con el fin de
romper el hielo entre tú y yo
para luego
borrarlo,
el pánico ahoga
mis latidos.
Me quedo encogido. Diminuto. Sin abrigo.


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