Vida pasada: Presente.
No recuerdo algún propósito que haya pensado antes que el reloj,
que sus manecillas alcanzaran la medianoche. Lo único que recuerdo es estar
presente, abrazar a mi familia, mantener a frente en alto y disfrutar de
aquella celebración.
Supongo que, aunque no me lo haya propuesto, estar presente fue mi
resolución del año. Un nuevo ciclo en que me prometí que haría todos mis
esfuerzos por enfrentar mis pensamientos, las inseguridades y los miedos, como
suelo hacerlo, sentirlo en lo más profundo y vivir en el presente.
Dejar ir lo que pasó, lo que no podemos cambiar. Rectificarlo,
quizá, pero lo hecho ya hecho está.
Dejar de estar tan atento a lo que vendrá, a lo que podría no
suceder, cuando la vida está pasando a cada segundo. 
Y por más que lo intento, sigo imaginando miles de escenarios en mi
cabeza, porque soy el maestro de la anticipación y de tener un As bajo la manga.
Pero, por qué me sigo preocupando de lo que podría no suceder, si ya está fuera
de mi control.
Control, aquella palabra que resuena con fuerza a través de cada
partícula de mi cuerpo, especialmente en mis entrañas, porque, lo que no puedo
controlar generalmente me causa ansiedad. Me consume. Pero, si me dejo llevar,
entregado a lo que voy a vivir, ahí está la clave del estar presente. Ser más
consciente del momento y disfrutarlo al máximo. Sentir cada emoción “a concho”.
Sin expectativas, remordimientos ni ataduras.
Quisiera que ceder el control y estar presente fue como oprimir un
switch, que fuera fácil para mí como beber agua o respirar, no obstante, no soy
lo suficientemente humilde para aceptar mi insignificancia en este inmenso
universo.
Si mi propósito es enfocarme en mí, tal vez no sea desde el egoísmo
y el egocentrismo, sino desde la conexión con aquello que me rodea, con todo aquel
que se me cruce en el sendero de la vida.
Quisiera ser más gentil, empático, lo que parte desde el genuino
reconocimiento que el cambio está dentro de mí mismo, por lo que, si abro mi
corazón y acepto la humildad que mis padres y abuelos me inculcaron, una
semillita que espera haya germinado, entonces, una conexión habré hecho, el
cambio que siempre pensé que el mundo necesitaba. Y si en mí está la semilla, entonces
permitiré que florezca descubriendo el significado de la humildad.
El camino está trazado, solo debo seguirlo.
Tal vez hay cierta humildad en reconocer lo diminuto que soy, de lo
simple que es mi vida y lo poderoso que es el amor cuando es compartido.
Porque, cuando vivo en el presente puedo experimentar plenamente los vínculos
que se recogen y estiran, que viajan a través del tiempo y que siempre acompañan.
Luego, cedo el control, aunque me duela, aunque me atormente la cabeza, pero,
honestamente, quién tiene el poder sobre cada situación.
Solo puedo hacerme responsable de mi parte y sonreír cuando llegue donde
quiero estar.
(Aquí soy feliz, conmigo).


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