¿Alguna vez te has enamorado? - Abuelita, abuelita, abuelita.
He vivido de sus historias de guerra y tormentos, de dulce y agraz,
relatos en los que hemos reído y llorado, ahora los escucho en modo repetir,
porque es lo único que permanece, todo lo que nos queda (en su ausencia).
“Hierba mala nunca muere”, le digo entre risas, al unísono, en la
distancia de nuestro contacto telefónico, pero la siento más cerca que nunca. Y
nos volvemos a reír; de su tozudez, de las piedras incrustadas en el patio
cuando está jardineando y le lastiman los pies. También de sus pesares y de mis
inseguridades. De la noche que se nos avecina y no la puedo refugiar. Porque
soy solo un niño silencioso que vio en la penumbra, y eso me hizo especial.
No se me vaya, abuelita. Todavía no estoy listo, y quizá nunca lo
esté.
Y sé que soy un egoísta que aún no quiere verla volar, finalmente
descansar.
De su vida bien vivida viene mi inspiración para disfrutar en
libertad, pero creo que todavía le quedan algunos minutos antes de abandonar
esta fiesta. Que fantástica, fantástica esta fiesta, que se me esfuma cada día
como si fuera de viento. El corazón se me aprieta y me quedo hundido, nadando
en la nada, con el solo recuerdo de verla bailar y brindar agradecida de otro
instante, otro momento para celebrar.
Abuelita, abuelita, ay, mi querida abuelita, susurro ahogado contra el vacío de la madrugada, imaginando que estoy atrapado en un sueño febril cuando, en realidad, se me va desvaneciendo ante mis ojos, mientras sostengo su mano cálida en mi regazo, pero su historia se quedara acompañándome hasta que nos volvamos a encontrar, en un mejor lugar.
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