¿Alguna vez te has enamorado? - Amargura.
Estoy expuesto, a la intemperie, fuera de mí. Continúo, desabrigado
de tu abrazo, alejado del calor envolvente que nunca fue suficiente y que habría
querido disfrutar por toda la eternidad.
Mi cuerpo está cansado y me siento tan pequeño, ínfimo.
Dentro de mí, todavía albergo un impulso inconmensurable de agarrar
a todos los espíritus de nuestra historia pasada y arrojarlos cuesta abajo, para
luego correr donde tú estás y decirte, suplicarte que vuelvas. Sin embargo, me
quedo varado, paralizado, tratando de mantener la cabeza en alto y, aunque
lloro de pena, con este dolor que se me derrama, haciendo todos mis esfuerzos
por contenerlo, las lágrimas aún ruedan por mi garganta.
Cedo y el pecho se me aprieta y contengo la respiración. El ardor
me escuece los ojos y, sin aguantarlo, vuelvo a llorar. Porque no lo sé. Aun no
entiendo la razón, más allá del dolor. Siento que estás lejos de mi comprensión.
Y ni siquiera me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba botar
la pena.
Quizá es todo lo que me queda.
Pero, distante, en este pequeño lugar que me permite contemplarte, con
atención vislumbro cómo siguió tu vida. A plena luz del día, observo cada uno
de los paseos que haces, rondando los lugares que recorrimos como alma en pena.
Veo la suavidad de tus dedos, arreglando lentamente el mechón que te cubre la
cara, pero se me pierde tu mirada.  También
te veo sin evidencia de herida alguna, y me siento tan hipócrita y ordinario,
porque si te viera con el dolor a vista y paciencia, desangrado, seguramente se
me dibujaría una sonrisa en los labios.
¿Acaso te arde? ¿Te duele igual que a mí?
Y no debiera desearte mal alguno, es solo que me cuesta tanto sufrir
solo, que quisiera compartir este dolor asfixiante contigo.
En este espacio distante, a medias, me doy cuenta del borrador de
una sonrisa, decolorada, ambigua, y me pregunto si será real o es parte de alguna
fantasía. De un sentimiento que has fingido para darme en el gusto. Y si
realmente te sentiste contento, como si fuera una sonrisa autentica, lo
percibiría en el brillo de tus ojos, en esa piel luminosa que hace contacto con
los rayos del sol, luciendo tan radiante que opacas lo luminoso de un buen día.
Al verte contento, me digo que daría todo por abandonar esta
lejanía a la que estoy relegado, pero me comprometo a seguir vigilando tu
felicidad desde este lugar lejano, desde el rinconcito predilecto para
dilucidar cómo continúa tu vida apartada de la mía.
Sigo tiritando de frío, con la piel desnuda y dispuesto para sentir
algo más que este vacío que me arrulla.
Soy solo este cuerpo agrietado que desafía la tempestad.
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