¿Alguna vez te has enamorado? - Tu pena es mi pena (Parte I)


Aunque lo merezcas, estoy conteniendo mis palabras como dagas que podrían herirte. ¿Sería lo justo? Ojo por ojo, corazón por herida, pero no tendría ningún sentido que siguiéramos propagando más dolor al universo. Ya es suficiente con la soledad que habita en nuestros corazones.

Juramos que todo lo nuestro sería más que suficiente. Jugamos a ser dioses, a controlar el destino, y si soy su fiel enemigo, prefiero que esto que siento muera conmigo.

Me queman los dedos por propinar una última puñalada y traicionar este amor que no se acaba. A pesar de que me ensucié, intentando enterrarlo, con mis propias manos, sigo paralizado. Siento el sudor escurriéndome la frente, las manos sucias y el cansancio agarrotado en mi cuerpo e imploro, maldigo a lo alto del cielo, que encontremos el final.

Me adjudicaré toda la culpa por la destrucción que encause mi libertad. Aun así, amargo es el sabor.

Me pregunto si en algún lugar remoto de tu consciencia te creas merecedor de este dolor. Como el causante de mis aflicciones. De la pena y el agravio, me cuestiono. Dudo, luego me aseguro que tu alma magullada reconozca su responsabilidad, pero ya no podría confiar en esa mirada que se ahogó en sus lágrimas y me dijo adiós.

Quisiera tener la certeza de que estás sufriendo, al igual que yo. Que estás recorriendo el mismo camino, cargando con la misma pena, pero también deseo que estés libre de todo el daño que causamos y que mi puntería no sea justa con las palabras que rehúsan a llamarte, mi maldito amante.

Si caigo al vacío te prometo que caerás conmigo, y así podremos compartir el mismo dolor, para dos.

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