¿Alguna vez te has enamorado? - Del amor y otros desastres.


Con una sonrisa en la cara, recorriendo las calles revueltas, creí que encontraría un mejor porvenir. Me mantuve esperanzado. Aunque me topé con callejos sin salida, no me rendí. La necesidad se apoderó de mí. Y, para mis adentros, me dije que algo bueno tendría que pasarme, si seguía rebuscando por la ciudad, perdiéndome en lugares recónditos, obnubilado con las sombras de cada rincón, siempre esperé lo mejor.

Desde la miseria, florecí en la adversidad.

Con la frente en alto, cuando lo vi todo perdido, atravesé la tormenta y, contemplando el horizonte, me conmoví.

Sin embargo, ¿estoy dispuesto a hacerlo de nuevo?

Coincidir con un amor completo. Y no solo tu mitad. Todo destrozado, arruinado, estaba dispuesto a recibirte con los brazos bien abiertos y, más que dispuesto, estuve ansioso de tenerte entre mis brazos, porque ese es el amor que creía merecer.

Entre las conversaciones indistintas y los cuerpos que pasaron a través de mí, me dije que yo fui el desastre. Corrí a diestra y siniestra, desesperado por las migajas. Estaba hambriento del deseo de ser amado, hasta que me topé contigo. Y antes de cruzar la calle, encontrándonos en medio del camino, vi la sonrisa filosa que te ocultada como la mejor de las máscaras. Tu inseguridad disfrazada de fragilidad. Aunque no quería que fueras otra víctima del monstruo que hicieron de mí, con el corazón abierto te recibí. Y envueltos en un abrazo, te susurré al oído, como secreto de confesión, que no quería ser el villano de nuestra historia.

Ya no quiero ser el terror de medianoche. El fantasma que te acecha y te quiebra, cuando andas perdido por calles solitarias.

Y ahora me cuestiono, de lo fácil que fue abusar de mi confianza. Te lo pedí con sinceridad, llorando entre susurros; no quiero ser el villano de nuestra historia. Y en un villano me convertí.

Tal vez te aceché y destruí. Te hice llorar con mi insensibilidad. Pero fue la única forma de mantenerme alejado del dolor, y así sufrimos los dos.

Qué ingenuo, ¿no? Pensar que el amor no concebía dolor. Una cándida forma de mirarlo. De casualidad nos encontramos, en el mismo tiempo y espacio. Pero contigo comprendí que tocar otro corazón es maravilloso y doloroso, lanzándonos juntos al abismo. Si tu saltas, yo salto, y nuestras almas colisionaron.

Entonces, ¿estaría dispuesto a hacerlo otra vez?

A aceptar la sencillez en lo complejo, para que vivamos sonrientes y lloremos menos. A abrazar el dolor y decirte que no, cuando duela y menos me lo espere. Cuando te atrevas a herirme con tus palabras ponzoñosas y llenas de veneno, voy a seguir erguido y con la frente en alto.

Al escuchar la puerta cerrarse tras de mí, me aventuré y recorrí las mismas calles, esquivando el bullicio de la ciudad, y tararé esa vieja canción que decía: “Solía sentir que el amor (era solo para dos)”.

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